Atlántida
Versión platónica La isla estaba situada frente al estrecho de Gibraltar y, entre Europa y el mar que la rodeaba, existía un número considerable de pequeñas islas. Los dioses sortearon la tierra para dividírsela, correspondiendo a Poseidón la Atlántida, rodeada de un mar de aguas tibias, con un relieve de elevadas montañas que hacían impenetrable el territorio y, en el centro, una hermosa y fértil llanura, donde florecía toda clase de riqueza, tanto en flora (frutos de todas clases, plantas aromáticas, grandes bosques de madera preciosa, etc.), como en fauna (innumerables especies, desconocidas en otros continentes, que vivían plácidamente en zonas rodeadas de ríos de agua clara, lagos y vastas praderas y bosques). Los habitantes de este afortunado continente carecían de preocupación por la subsistencia, ya que, además de las riquezas aludidas, la bondad de la tierra les permitía dos cosechas al año. El interior de la tierra también proporcionaba riquezas inconmensurables en metales preciosos, con los que hacer templos, palacios, rellenar muros y comerciar con los pueblos más poderosos. Entre todos los metales destacaba uno que gozaba de la máxima aceptación: el auricalco.
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