7 de Julio : 17
7 de Julio : 17 de Benito Pérez Galdós Largo rato estuvieron hija y padre sin pronunciar una palabra. Ambos tenían sin duda algo que decir; pero ninguno quería ser el primero en romper a hablar. Soledad tenía la cabeza inclinada, las manos en cruz. D. Urbano miraba al techo. Por fin, con voz ronca y un acento de ironía que en él no había sido nunca común, se expresó así: -A ver, hija mía, dime dónde está nuestra Providencia, dime dónde está nuestro Dios. Que vea yo a ese Dios y esa Providencia, aunque sólo sea por un instante. Soledad contempló con lástima profunda la deplorable figura de su padre que parecía un muerto con voz y movimiento. Compadeciole más aún por el triste estado de su alma sin fe. -Padre, no dude usted de Dios -exclamó acercándose a la cama-. Todavía puede castigar más. -¿Más todavía? ¡Ah! Cuando venga el castigo, ya...
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