Zaragoza : 16
Zaragoza : 16 de Benito Pérez Galdós Mientras esto decían, observé el rostro de la Candiola, que en la oscuridad parecía modelado en pálida cera y tenía el tono pastoso y mate del marfil. De sus negros ojos, siempre que los alzaba al cielo, partía un ligero rayo. Sus negras pupilas, sirviendo de espejo a la claridad del cielo, producían, en el fondo donde nos encontrábamos, dos rápidos puntosde luz, que aparecían y se borraban, según la movilidad de su mirada. Y era curioso observar en aquella criatura, toda ella pasión, la borrascosa crisis que removía y exaltaba su sensibilidad hasta ponerla en punto de bravura. Aquel abandono voluptuoso, aquel arrullo (pues no hallo nombre más propio para pintarla), aquel tibio agasajo que había en la atmósfera junto a ella, no se avenía bien aparentemente con los alardes de heroísmo en defensa del ultrajado padre; pero una observación atenta...
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