XX. Ha Nacido un Emperador
EN 1308, el emperador de facto, Alberto de Austria, murió, y al año siguiente fue elegido emperador Enrique de Luxemburgo, con el nombre de Enrique VII. La llegada súbita a la escena política de un hombre joven, afable, activo e idealista, después de tantos años de somnolencia imperial, fue atribuida por Dante, y por muchos otros, a la Divina Providencia. Para él, Enrique VII es justo el monarca ideal de sus austeras meditaciones y se dirige a él epistolarmente en términos extáticos. Enrique era «justo, amable, fuerte y maestro en el manejo de las armas, y, aunque de pocas tierras hereditarias (pues, por su familia, no era más que conde de Luxemburgo), magnánimo de corazón, temido y respetado, y, de haber vivido más tiempo, habría hecho grandes cosas». De hecho, desde sus primeros días de emperador, Enrique trató de situarse por encima de todos los intereses nacionales y aún regionales y de partido de su imperio, y restablecer a los exiliados políticos en sus...
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