Un voluntario realista : 20
Un voluntario realista : 20 de Benito Pérez Galdós Poco después los blancos y finísimos dedos de Teodora se acercaban temblando a la herida y tocaban sus bordes doloridos. El semblante de la religiosa era todo compasión, y el del aventurero gratitud. -Esto debe lavarse -dijo ella. Sin detenerse echó agua en una jofaina de plata, añadiéndole gotas de una esencia aromática que perfumó la celda. Después de lavar la herida aplicó sobre ella el vino que había batido con aceite y la vendó al fin cuidadosamente. Clavando sus negros ojos en el herido, señaló la puerta y le dijo: -Ahora... -Ahora, sí -repuso él de mala gana sin moverse de su silla-. Si yo me atreviera a decir a la señora una cosa... Hablaba en el tono más humilde. -¿Qué cosa? -preguntó Sor Teodora con severidad. -Que me muero de hambre, señora. Al decir esto parecía que sus fuerzas se extinguían y...
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