Santiago Arabal: historia de un pobre niño: 3
Así es que Asthon nos encontró propicios para aprender y desde el primer día pusimos cuanto fue posible de nuestra parte para dar gusto a nuestro maestro. Antes de presentarnos en el circo cómo gimnastas salimos en una pantomima infantil para la que nos ataviaron lujosamente. La belleza de Rosalinda llamó vivamente la atención del público, que nos aplaudió, regalándonos dulces y dinero. Acabó la contrata allí y fuimos a otro lado. Roberto continuaba enseñándonos y nos anunció que pronto podríamos ejecutar algún ejercicio. No nos pegaba ni se impacientaba con nosotros cuando tardábamos en aprender, y hubiéramos estado con él perfectamente si toda la familia no se hubiera entregado por la noche a la bebida después, y a veces antes, de la función, volviendo a la fonda donde parábamos en completo estado de embriaguez. A medida que íbamos creciendo, aquellas escenas se nos hacían más repulsivas, sobre todo a Rosalinda, alma delicada que rechazaba todo lo malo y...
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