Rojo y negro: Capítulo LXI
Rojo y negro de Stendhal Infundirle miedo ¡He aquí el hermoso milagro de vuestra civilización! ¡Habéis hecho del amor un asunto ordinario! BARNAVE Julián subió corriendo al palco ocupado por las señoras de la Mole. Sus ojos buscaron ansiosos a Matilde, que lloraba sin tomarse la molestia de disimularlo. Acompañaban a la marquesa y a su hija la amiga que les ofreciera el palco y algunos caballeros conocidos de la última. Matilde, perdido el temor a su madre, puso su mano en las de Julián, y con voz ahogada por las lágrimas, pronunció la palabra siguiente: -¡Garantías! -Dadme fuerzas para poner un candado a mis labios, ¡Dios mío!- se dijo Julián, cubriéndose los ojos con la mano, cual si desease defenderlos de la luz que inundaba los palcos terceros- Si pronuncio una palabra, revelaré mi emoción, me venderá el sonido de mi voz y probablemente me perderé. Gran violencia le costó; hubo de sufrir combates tan recios como los que le despedazaron el alma...
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