Responso a Verlaine
Responso a Verlaine de Rubén Darío Padre y maestro mágico, liróforo celeste que al instrumento olímpico y a la siringa agreste diste tu acento encantador; ¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste, ¡al son del sistro y del tambor! Que tu sepulcro cubra de flores Primavera, que se humedezca el áspero hocico de la fiera de amor si pasa por allí; que el fúnebre recinto visite Pan bicorne; que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne y de claveles de rubí. Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo, ahuyenten la negrura del pájaro protervo el dulce canto de cristal que Filomela vierta sobre tus tristes huesos, o la armonía dulce de risas y de besos de culto oculto y florestal. Que púberes canéforas te ofrenden el acanto, que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto, sino rocío, vino, miel: que el pámpano allí brote, las flores de Citeres, ¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres bajo...
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