Noche de bodas - II
Noche de bodas de Vicente Blasco Ibáñez La comida dió que hablar en el pueblo. Seis onzas, según cálculo de las más curiosas comadres, debió de gastarse la buena doña Ramona para solemnizar la primera misa del hijo de sus arrendatarios. Era una satisfacción ver en la casa más grande del pueblo aquella mesa interminable cubierta de cuanto Dios cria de bueno en el mundo, fuera del bacalao y las sardinas, y contemplar en torno de ella una concurrencia tan distinguida. Aquello era todo un suceso, y la prueba estaba en que al dia siguiente saldria en letras de molde en los papeles de Valencia. En la cabecera estaban el nuevo sacerdote, casi oprimido por las blanduras exuberantes de los otros curas que habian tomado parte en la ceremonia, los padrinos y aquel par de viejecillos que, llorando sobre sus cucharas, se tragaban el arroz amasado con lágrimas. En los lados de la mesa, algunos señores de la ciudad, convidados por doña Ramona y los amigos de la familia, junto con lo...
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