Narváez : 26
Narváez Capítulo XXVI de Benito Pérez Galdós La tarde de la merienda, a la vuelta de la Boca del Asno, Su Majestad, pasado un rato después de los saludos de ceremonia, y cuando yo pensé que no se acordaba ni del santo de mi nombre, se volvió de repente a mí y me dijo: «Pero tú, Beramendi, que tan bien sabes escribir las cosas que pasan... y con tanta naturalidad, que parece que las estamos viviendo, ¿por qué no escribes esto que ahora ocurre con la Lola Montes?». Por aquellos días traían los periódicos el proceso que a nuestra célebre compatriota le formaban por bigamia. Afortunadamente, yo había leído el caso, y pude contestar a Su Majestad con dominio del asunto. «Señora, para escribir eso -le dije-, necesitaría conocerlo por mí mismo, y esto no es fácil; la propia Montes no habría de contarme toda la verdad...». «Pues yo declaro -añadió la Reina-, que me ha hecho gracia el desahogo de esa mujer para casarse con el teniente Heald, estando casada...
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