Montes de Oca : 17
Montes de Oca Capítulo XVII de Benito Pérez Galdós No tuvo Ibero reposo hasta que vio llegar la mejor coyuntura para interrogar a Rafaela. La increpó con severidad, afeándole su hipocresía y falta de juicio, y ella, negando al principio, balbuciendo luego una tímida confesión, sin descubrir el doble fondo, echó por fin un raudal de lágrimas sobre la disputa. El rígido censor, apiadado, no quiso añadir un martirio más a los que a la pecadora infligía su conciencia, y calló, mandándole que se sosegara. Aquella misma tarde habló a solas con María Luisa, de cuya boca oyó conceptos que cayeron como lluvia glacial sobre su corazón. No esperaba, ciertamente, aquella filosofía de comodín que era al propio tiempo censura y tolerancia de los deslices de Rafaela, ni el desdén con que apreciaba la intervención caballeresca de él en asunto tan grave como el honor de la familia. «No podemos hacer carrera de ella -decía María Luisa-. Y lo que siento, amigo Ibero,...
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