Los tres mosqueteros: Capítulo XXXV
Los tres mosqueterosDe noche todos los gatos son pardos de Alejandro Dumas (padre) Aquella noche, tan impacientemente esperada por Porthos y D'Artagnan, llegó por fin. D'Artagnan, como de costumbre, se presentó hacia las nueve en casa de Milady. La encontró de un humor encantador; jamás lo había recibido tan bien. Nuestro gascón vio a la primera ojeada que su billete había sido entregado, y ese billete producía su efecto. Ketty entró para traer sorbetes. Su amante le puso una cara encantadora, le sonrió con una sonrisa más graciosa, mas, ¡ay!, la pobre chica estaba tan triste que no se dio cuenta siquiera de la benevolencia de Milady. D'Artagnan miraba juntas a aquellas dos mujeres y se veía forzado a confesar que la naturaleza se había equivocado al formarlas; a la gran dama le había dado un alma venal y vil, a la doncella le había dado un corazón de duquesa. A las diez Milady comenzó a parecer inquieta. D'Artagnan comprendió lo que aquello quería decir;...
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