Los seis velos: 2
Los seis velos de Pedro Antonio de Alarcón Primera Parte. El velo blanco. I Habla Rafael ¿Porqué estaba yo triste a los diez y ocho años? Todo me sonreía. Era rico; pertenecía a la familia más ilustre de mi pueblo; amábanme mis padres; había sido dotado por Dios de un alma entusiasta; adoraba lo bello y lo grande, y todo era bello y grande para mí en la tierra y en el espacio. La muerte del día, el amanecer de la luna, los rumores del campo que me vio nacer, los himnos amorosos que preceden al sol por la madrugada, el variado aroma de las flores, todo hablaba a mi corazón... Pero ¡ay! su lenguaje era triste, desconsolador, como la memoria de un bien perdido... ¡Lloraba yo! ¿Por qué? ¿Era el sufrimiento mi predestinación? ¿Traje en mi alma el germen de la melancolía? ¿Había sellado Dios mi frente con la marca de un dolor indefinible, excepcional, privilegiado? ¿Por qué no era yo como los demás hombres? ¿Por qué mi disgusto hacia las cosas que ellos...
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