Los perros del barrio
Los perros del barrio de Evaristo Carriego Ya llegan cansados en rondas hambrientas a husmear trozos entre los residuos: caridad de afables cristianas sirvientas que tienen por ellos cuidados asiduos. La humildad que baja de sus lagrimales se trueca en desplantes de ladridos fieros: no en vano regresan de sucios portales cumplida su ingrata misión de cerberos. Espíritus sabios en sus devociones, ladran sus blasfemias como ángeles malos, pero en los oficios de las contriciones los mueve a ser santos la unción de los palos. Tal vez ellos mismos, en noches aciagas son los milagreros geniales artistas, de bíblicas lenguas, que curan las llagas de anónimos Cristos sin evangelistas... En las castas horas de amables ensueños, son, regularmente, como nadie parcos en el decir, pero se tornan risueños cuando beben agua de luna en los charcos. Gozan la primicia de las confidencias en los soliloquios de los criminales, y, como sus dueños, buscan...
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