Los duendes de la camarilla : 29
Los duendes de la camarilla Capítulo XXIX de Benito Pérez Galdós -Duendecillo, ¿querrás hacerme creer que no supiste lo que llevabas? -No lo supe. Verás: al caer de aquella tarde, cuando no hacía una hora que yo había vuelto con la tartera llena de tocino del cielo, el Sr. Tajón me mandó a Getafe para que allí estuviese con mi padre hasta que se me ordenara venir. Mucho me dio que cavilar tal determinación. ¿Será por esto? ¿será por lo otro? Yo sospechaba... algo veía yo; pero nada con claridad. Pues señor: viene de repente el gran tronicio de aquella mojiganga que llamaron del Relámpago... Empiezan a prender gente, y los primeritos que caen son mis señores y el tuyo, y me los mandan desterrados qué sé yo dónde. Mi padre y yo nos vimos perdidos, porque a los Escolapios de Getafe no les llegaba la camisa al cuerpo, temiendo que allá podría llegar la quema... A Madrid nos vinimos. Mi padre se escondió en casa de unos boteros amigos suyos de la calle de...
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