Los duendes de la camarilla : 26
Los duendes de la camarilla Capítulo XXVI de Benito Pérez Galdós Y no fue poca sorpresa de Lucila el oírle pasar, casi sin transición, de las lúgubres consideraciones antedichas a esta vulgar pregunta: «¿Y ese hombre, ese padre de usted, qué cantidad necesita?». Respondió la moza que de cuatro a seis mil reales... y añadió que el negocio de la tienda de huevos y semillas era de seguro rendimiento... «Es mucho, mucho dinero -murmuró Merino sacando el labio inferior y arqueando más la boca-. ¡Seis mil realazos!... digo, digo... eche usted reales... y en estos tiempos en que el dinero anda escondido para que no lo cojan las uñas moderadas... El poquito que ha escapado de esas uñas, tiénelo la soldadesca. Entre abogados y militronches, están dejando en los huesos a esta Nación... Pues no puedo, no puedo servirles...» -Mi padre cumplirá bien; por eso no lo haga -dijo Lucila creyendo que no aflojaba la mosca sin hacerse de rogar-. Y dispénseme que no empezara...
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