Los duendes de la camarilla : 25
Los duendes de la camarilla Capítulo XXV de Benito Pérez Galdós Desde su campestre residencia en la Villa del Prado, escribía D. Vicente Halconero cartas dulzonas a la que llamaba su prometida, y esta puntualmente les daba respuesta, poniendo en ella lo menos posible de ortografía, lo más de sinceridad y una fría expresión de gratitud y afecto. No quería engañarle con fingidos entusiasmos, y en todas sus cartas le abría, como si dijéramos, la puerta de aquel compromiso para que se retirase cuando fuera de su gusto. Pero el buen labriego no pensaba en abandonar un campo tan florido, y en cada epístola que enjaretaba se ponía más tierno y dulzacho, como si mojara la pluma en el arrope de aquella tierra. Avanzaba Septiembre cuando el viejo Ansúrez manifestó a su hija que ya le aburría y descorazonaba el empleo en casa del señor Chico, no porque allí el trabajo le rindiera, ni por el adusto genio del amo, sino porque se veía mal mirado del pueblo y de toda la...
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