Los duendes de la camarilla : 18
Los duendes de la camarilla Capítulo XVIII de Benito Pérez Galdós Ya embocaban a la cabecera del puente de Toledo cuando un desgarrón de las nubes, que cubrían casi totalmente el cielo, dejó ver un cuarto de luna, con desmayada luz entre cendales, corriendo hacia los bordes grises que habrían de ocultarla de nuevo... «Lucila, mira, mira la luna -dijo Ezequiel creyendo que podría distraer de su pena a la pobre joven, comunicándole su admiración candorosa. Pero ni lunas ni soles podían iluminar la noche obscura que en su alma llevaba la hija de Ansúrez, y siguió en silencio. Marcha sostenida y regular llevaban: con el aire que al paso de los dos imprimió Cigüela en la bajada de Gilimón, se aproximaron a la entrada de Carabanchel Bajo. Pero aquí el potente impulso de ella empezó a flaquear; se detuvo un momento mirando las primeras casas, y preguntó a su acompañante si estaban ya en Leganés. -¡Ay! no... Esto es Carabanchel Bajo... Si quieres, descansaremos...
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