Los cuatro hijos de Eva: 2
Los cuatro hijos de Eva de Vicente Blasco Ibáñez Capítulo II De vez en cuando un querubín volaba en torno á la granja, como un palomo perdido. Huyendo por algunas horas de la tarea de hacer gorgoritos en los coros celestiales, había osado descender á las regiones terrestres, con la esperanza de que el Señor le perdonaría esta escapada cuando le contase lo que había visto y cómo progresaban los negocios de los humanos después del pecado original. Eva, con sus ojos de mujer curiosa, no tardaba en descubrir la carita mofletuda que le estaba espiando medio oculta en las espesuras del follaje. Entonces, iniciando una de sus más hermosas sonrisas, lo llamaba: —Oye, chiquitín, ¿vienes de allá arriba? ¿Cómo está el Señor? Viéndose descubierto, el niño celestial se aproximaba hasta dejarse caer sobre las rodillas de nuestra madre. El Señor se mantenía, como siempre, inmutable y magnífico. —Cuando le veas—continuaba Eva—, dile que estoy muy arrepentida de...
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