Los condenados: 10
Los condenados de Benito Pérez Galdós Escena VIII SANTAMONA; SALOMÉ, que aparece por la derecha en traje de gala. Revela consternación y sobresalto, y se detiene en la puerta, temerosa de encontrar gente. SANTAMONA.- Ven mujer... Aquí me tienes ya. No hay nadie. Todo el pueblo en la plaza. SALOMÉ.- (Avanzando un poco.) ¿De veras no hay nadie? ¡Santamona de mi alma! Tú que eres una santa, alma de Dios, conciencia pura, dime, aconséjame... sácame de esta tribulación. SANTAMONA.- A eso he venido. SALOMÉ.- ¿Qué debo hacer? SANTAMONA.- (Con dulzura, unción y cierto gracejo delicadísimo en toda la escena.) Confesar la verdad, la verdad entera, niña... Pero siéntate. (SALOMÉ se sienta en una banqueta muy baja, apoyando los codos en las rodillas de la santa.) Por lo poco que me dijiste anoche en la cocina, por otro poquito que yo he sabido, y otro poquito que adiviné... entiendo, hija mía, que tu alma está dañada. Para limpiarla, confesión....
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