Los Apostólicos : 33
Los Apostólicos : 33 de Benito Pérez Galdós -¡Chitón, chitón por todos los santos del cielo! -dijo D. Benigno poniéndole la mano en la boca para hacerle callar. El héroe participaba de aquel noble ardor, pero temía que tales demostraciones les trajeran a ambos algún perjuicio. Tembloroso y ruborizado, Cordero llevó a su amigo fuera del verde laberinto, incitándole a que callara, porque -y lo dijo en la plenitud de la convicción- si el obispo Abarca y el ministro Calomarde llegaban a tener noticia de lo que se habló en los jardines, no firmarían ni en tres siglos. Salvador tranquilizó al buen comerciante sobre aquel endiablado negocio de las firmas y cuando se separaron invitole a que comieran juntos aquella tarde. Excusose D. Benigno, por sentirse, al oír la invitación, tocado de aquel mismo recelo o inquietud de que antes hablamos; pero las reiteradas cortesanías del otro le vencieron al fin....
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