Lo prohibido: 08
Lo prohibido : VIII de Benito Pérez Galdós Cuando bajábamos, Eloísa me dijo: «¿Vas a venir a acompañarme?». En el tono con que esto fue dicho, conocí su deseo de que no la acompañara. Yo tampoco tenía intención de hacerlo. Aquel recelo de no aparecer juntos en público al mismo tiempo nos acometía a entrambos, revelando, no sólo la conformidad, sino también la poca rectitud de nuestros pensamientos. Ella entró en su coche y fue a la calle del Olmo; yo me bajé a pie a la Castellana para dar una vuelta. Volví a la casa al anochecer, y a poco sentí llegar el carruaje de mi prima. Obedeciendo a instintivo movimiento y a una curiosidad tonta, salí a mi puerta. Tuve el pueril antojo de atisbar por el ventanillo para verla subir sin que ella me viese. Siéndome fácil hablar con ella a todas horas, ¿qué significaba aquel acecho? Nada más que el ansia del misterio, la necesidad de poner en mi pasión la sal del incidente. Aquel mirar furtivo por la rejilla de...
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