Legitimación del poder
Por de pronto y para comenzar con ellas, existen en principio tres justificaciones intrínsecas – vale decir: fundamentos para la legitimación de un dominio. En primer lugar, la legitimidad del “eterno ayer”, de la costumbre consagrada tanto por su validez desde tiempos inmemoriales como por la consuetudinaria predisposición de los hombres a respetarla. Es la legitimidad “tradicional” que ejercían el patriarca y el príncipe patrimonial de viejo cuño. Después, está la autoridad de la gracia personal y extraordinaria (el carisma), con la correlativa adhesión completamente personal y la igualmente personal confianza en la clarividencia, el heroísmo u otras cualidades de mando de una persona. Es el mando “carismático” como el que ejerce el profeta o – en el terreno político – el jefe militar elegido, el gobernante plebiscitado, el gran demagogo, o el líder político partidario. Por último está el dominio en virtud de la “legalidad”, en virtud de la fe...
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