Las inquietudes de Shanti Andía: 078
none Pág. 078 de 156 Las inquietudes de Shanti Andía - Libro cuarto Pío Baroja No tardó mucho en venir. Era un hombre viejo, encorvado por la cintura, con el pelo blanco y la pipa en la boca. Vestía de negro, la cara rasurada, la boina grande de gascón; llevaba patillas cortas, que entre los marinos franceses solían llamar patas dé conejo, y por debajo de la manga se le veían en las dos muñecas unas anclas tatuadas, de color azul. Tenía la nariz larga, los ojos pequeños, las cejas como pinceles y un rictus sardónico en los labios. Al decirle su hijo que éramos vascos, levantó los brazos al aire con grandes extremos. -¿De qué pueblo? -nos dijo en vascuence. -De Lúzaro. -¿Españoles? -Sí. -Yo soy vascofrancés. Nuestra tierra es muy buena, ¿eh? Yo no digo que la Gironda sea mala, no. Es un país rico; pero la tierra vasca es otra cosa. Luego, mirándome con fijeza, me preguntó: -¿De qué pueblo habéis dicho que sois? -De Lúzaro. -¡Lúzaro!...
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