Las aventuras de Arthur Gordon Pym: Capítulo XIX
Las aventuras de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe Tardamos casi tres horas en llegar a la aldea, que se hallaba a unos quince kilómetros en el interior y la senda se deslizaba a través de una zona escarpada. Mientras caminábamos, el grupo de Too-wit (todos los ciento diez salvajes de las canoas) iba siendo reforzado a cada instante por pequeños destacamentos, de dos a seis o siete hombres, que se nos unían, como por casualidad, en las diferentes revueltas del camino. Había en todo aquello como un propósito sistemático que me hizo sentir desconfianza, y le hablé al capitán Guy de mis inquietudes. Pero ya era demasiado tarde para retroceder y convinimos que 10 mejor para nuestra seguridad era demostrar una confianza absoluta en la buena fe de Too-wit. Seguimos adelante, pues, con los ojos muy abiertos respecto a los manejos de los salvajes, sin permitirles dividir nuestras filas irrumpiendo entre ellas. Así, al atravesar un barranco escarpado, llegamos al fin a...
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