La república -Libro VI
I. –Así pues -dije yo-, tras un largo discurso se nos ha mostrado al fin, ¡oh, Glaucón!, quiénes son filósofos y quiénes no. -En efecto -dijo-, quizá no fue posible conseguirlo por más breve camino. -No parece -dije-; de todos modos, creo que se nos habría mostrado mejor si no hubiéramos tenido que hablar más que de ello ni nos fuera preciso el discurrir ahora sobre todo lo demás al tratar de examinar en qué difiere la vida justa de la injusta. -¿Y a qué -preguntó- debemos atender después de ello? -¿A qué va a ser -respondí- sino a lo que se sigue? Puesto que son filósofos aquellos que pueden alcanzar lo que siempre se mantiene igual a sí mismo y no lo son los que andan errando por multitud de cosas diferentes, ¿cuáles de ellos conviene que sean jefes en la ciudad? -¿Qué deberíamos sentar -preguntó- para acertar en ello? -Que hay que poner de guardianes -dije yo- a aquellos que se muestren capaces de guardar las leyes y usos de las ciudades. -Bien...
Está viendo el 1% del contenido de este artículo.
Solicite el acceso a su biblioteca para poder consultar nuestros recursos electrónicos.
Ventajas de ser usuario registrado.
Acceso sin restricciones a todo el contenido de la obra.
Sólo información contrastada de prestigiosos sellos editoriales.
Contenidos de renombrados autores y actualizaciones diarias.
La nueva plataforma del Consorcio ofrece una experiencia de búsqueda de fácil manejo y de gran usabilidad. Contiene funciones únicas que permiten navegar y realizar consultas de manera ágil y dinámica.
Convenios especiales: Enseñanza Bibliotecas públicas