La lucha por la vida II: 021
none Pág. 021 de 121 La lucha por la vida II Primera parte Pío Baroja Vaciló en aceptar el trato por ver si obtenía mayores beneficios; pero viendo que Mingote no cedía, aceptó. -Ahora mismo que venga el chico conmigo. Peñalar se cepilló las mangas de la levita negra, se echó el pelo hacia atrás y, tomando de la mano a Manuel, le dijo con un tono verdaderamente evangélico: -Vamos, hijo mío. Don Sergio Redondo tenía un almacén de harinas en la plaza del Progreso. Llegaron a la plaza y entraron en el almacén. -¿Don Sergio Redondo? -preguntó Peñalar a un viejo de boina. -No ha bajado aún al despacho. -Esperaré; dígale que hay aquí un caballero que desea verle. -Bueno; ¿quién le digo que le espera? -No, no me conoce. Adviértale usted que se trata de asuntos de familia. Siéntate, hijo mío -añadió Peñalar, dirigiéndose a Manuel, con una voz y una sonrisa de pura cepa evangélica. Se sentó Manuel, y Peñalar paseó su mirada por el almacén, con...
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