La corona de fuego: 35
La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo IV - El oso cogido en el lazo Importábale mucho Enjaular al león y a la pantera Porque en ardides ducho Conocía el rencor de fiera a fiera Astuto gavilán, puesto de escucho. Al separarse ambos personajes era ya la noche bien entrada, noche diáfana, alumbrada por una tenue claridad fosfórica que reflejara el brillo de las estrellas, sembradas como inflamados diamantes en un cielo azul zafiro. Allá lejos, sobre las copas de los árboles, brillaba también en el espacio, como una aureola de nebulosa púrpura, el destello de un fuego que parecía corresponder a la alquería de Briones, y que, envuelto en torbellinos de humo, parecía marcar el vacío como un devorante incendio. Aquel fulgor era producido por las hogueras de los soldados de la alquería, que vivaqueaban en la plataforma y en los patios, porque el frío húmedo de la noche era intolerable de todo...
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