La barca abandonada: 4
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La barca abandonada
Vicente Blasco Ibáñez
El alcalde intervino entonces paternalmente: «Hombre, es demasiado -dijo al patrón-. Todo se lo llevan, y los carabineros se quejarán. Dejad, al menos, algunos bultos para justificar la aprehensión.»
Nuestro amo estaba conforme: «Bueno; haced unos cuantos bultos con dos fardos de la peor picadura. Que se contenten con eso.»
Y se alejó hacia el pueblo, llevándose en el pecho toda la documentación de la barca. Pero aún se detuvo un momento, porque aquel diablo de hombre estaba en todo: ¡Los folios! ¡Borrad los folios!»
Parecía que a la barca le habían salido patas. Estaba ya fuera del agua y se arrastraba por la arena en medio de aquella multitud que bullía y trabajaba, animándose con alegres gritos. ¡Qué chasco! ¡Qué chasco se llevarán los del Gobierno!»
El compañero de la pierna rota era llevado en alto por su mujer y su madre. El pobrecillo gemía de dolor a cada movimiento brusco;...
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