La altísima: 21
Capítulo VIII 21 Pág. 21 de 21 La altísima- Tercera parte Felipe Trigo Madrid le recibía con la magnificencia de su Mayo diáfano. Caía del cielo el gozo en sol, y saltaba hecho flores y sonrisas en las gentes, alrededor del cochecillo del viajero. No comprendía Víctor cómo pudieran así festejarle el aire de oro y la ciudad si él hubiera de venir á la desdicha. Había siempre un armónico contacto entre su sér y la luz, y se entregó á sus halagos. Adria no moriría: llegaba él á recogerla libertada; en sus hijas refugiado el amor del viejo al saberse sin el de ella con crueldad, se harían amar los dos de la fanática Sagrario, dichosa testigo al fin del triunfo de los dos en la vida y en el arte. Llegó, y subía la escalera, buscando en cada cosa indicios de su suerte. De otro piso bajaba una hermosa mujer, de claro, con un ramo de claveles. Le abrió una criada. Salió al pasillo doña Paz. -¡Oh, qué mala está, don Víctor! -dijo como á un...
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