La altísima: 20
Capítulo VII 20 Pág. 20 de 21 La altísima- Tercera parte Felipe Trigo Las gaviotas rasaban el mar perla tocando apenas las puntas de las olas con las puntas de las alas. Un buque, lejos, tendía su negro humo por el cielo de llovizna -un buque de dos chimeneas, de cuatro palos. Pero no veía nada, desde la tibia galería, el trabajador. Mañana fértil. La Altísima seguía surgiendo idealizada en las páginas de La Altísima. Y el triste amante se borraba en el creador feliz. Abrió el cortinón la rubia doncellita y entró cauta, aunque cierta de que únicamente esta diaria interrupción no enojaba al irritable... -Sí, Carmen, dame... ¡el correo! Lo cogió él con avidez. -Esperó Carmen, curiosa... Sobres de membrete, papeles enfajados de esos que llevan los correos cuando aguarda una carta el corazón. -¿Nada? -preguntó Marciana asomándose á otra puerta. Era la pena del amo familiarmente trascendida y familiarmente compartida por las dos -la inquieta...
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