La altísima: 14

Capítulo I 14 Pág. 14 de 21 La altísima- Tercera parte Felipe Trigo La altísima La noche de las grandes impaciencias del gran siguiente día en que la perdida hechicera vendría á brindarle en nombre de la vida éteres de pureza y sencillez, el hastiado de lo falso, sintiendo como el estruendo del tren por la lejana sombra, leía un libro de paz y de amplias visiones de Ruskin, abriéndolo con un puñal. Era el puñal el único recuerdo de Matilde, olvidado en la mesita: pesado, rígido, hostil como ella. Cuchillo de juguete que no podría servir con su yerta pequeñez y su dureza más que para desplegar lo serenamente enorme de Ruskin y las almas. ¡Y el telegrama esperado llegó... y llegó de Víctor la gratitud ilusa, tomándoselo á Carmen, hasta acariciar la letra de Adria en la envoltura! Lo puso, sonriendo á su bella confusión, sobre el libro abierto, que había dejado en las piernas. Quiso encender un cigarro egipcio antes de mirar estas breves...

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