Ismael : 45
Ismael : 45 de Eduardo Acevedo Díaz Quedose luego en suspenso, marchita y triste, con los ojos vagos en el espacio lejano. Después de algunos segundos, se volvió a Tata Melcho y levantó un pie, sin decir palabra. El viejo tomó el cabestro, y la ayudó a subir, encajándole la punta del pie en el estribo de madera. Mientras el caballo se removía en círculo piafando y sacudiendo la cola, ella se acomodó el vestido corto, empuñó bien las riendas y echó a andar al trotecito hacia el campo desierto. ¿Adónde se encaminaba? No lo sabía ella misma. Se iba vagabunda. Con todo, no quería mirar para atrás, y nunca le había sucedido que la sangre le bullera tanto en el pecho, como aquella tarde. Allí sentía golpes a saltos, y como una bola que parecía subírsele a la boca. Una rabia concentrada y silenciosa solía arrancarle algún hipo que al salir le dejaba la...
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