Funeraria
Funeraria de Godofredo Daireaux -¡Ave María! -gritó desde el palenque el muchacho; y antes que don Agustín hubiera tenido tiempo de espantar los perros y de invitarlo a apearse-: Don Agustín -le dijo-, manda decir mi tío si usted puede venir hasta casa, para hacer un cajón. -¿Un cajón?, ¿para qué? -Para el finado Patricio. -¡Cómo!, ¿murió Patricio? -¡Sí, señor! -¿Y de qué? -Lo mató Suárez. -¡Hombre!, ¿y cómo fue la cosa? Bajate pues, hombre, y mientras me visto, me cuentas. El caso era muy sencillo. Patricio era un mestizo inglés, compadrón y chocante como él solo, cuando estaba mamado, cosa que le sucedía, en término medio, cinco días por semana. En su calidad de compositor de los dos parejeros de la pulpería, era admitido detrás del mostrador, y ahí se daba mucho tono con los clientes, doctoreando de conocedor en caballos y de carrerista, sin admitir réplica. Más de una vez, había suscitado camorras, y sacado el revólver o hecho...
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