Fortunata y Jacinta: 1.09.09
IXParte Primera (Capitulo IX) de Benito Pérez Galdós Desde que se cruzaron las primeras palabras de aquella conferencia, que no dudo en llamar memorable, cayó Izquierdo en la cuenta de que tenía que habérselas con un diplomático mucho más fuerte que él. La tal doña Guillermina, con toda su opinión de santa y su carita de Pascua, se le atravesaba. Ya estaba seguro de que le volvería tarumba con sus tiologías porque aquella señora debía de ser muy nea, y él, la verdad, no sabía tratar con neos. «Con que Sr. Izquierdo -propuso la fundadora sonriendo-, ya sabe usted... esta amiga mía quiere recoger a ese pobre niño, que tan mal se cría al lado de usted... Son dos obras de caridad, porque a usted le socorreremos también, siempre que no sea muy exigente...». -¡Hostia, con la tía bruja esta! -dijo para sí Platón, revolviendo las palabras con mugidos; y luego en voz alta-: Pues como dije a la señora, si la señora quiere al Pituso, que se aboque con...
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