En la sangre:XXVII
En la sangre - Capítulo XXVII de Eugenio Cambaceres Moderó su marcha a la distancia; avanzaba al tranco el carruaje, perplejo, irresoluto su dueño. ¿Sujetaría, entraría? Podía hacerlo, le habían dado ese derecho, iba sin duda alguna a recibirlo la familia, no peligraba de seguro que lo echasen a la calle con cajas destempladas... pero... ¿de qué hablaría él, sobre qué conversaría, cómo explicar su presencia allí, sin causa, sin pretexto ahora? Aproximábase entretanto, iba llegando ya, iba a cruzar frente al portón de entrada. Habríase dicho desierta la quinta, inhabitada; a nadie se distinguía, un gran silencio reinaba. ¡Sí, qué canejo, a Roma por todas partes, de los osados era el mundo!... Y, como si una mano extraña empuñara las riendas del carruaje, siguió éste andando, sin embargo, continuó Genaro, al trote de su caballo, con dirección a Belgrano. Tocaba, frente a la estación, una banda de música en momentos en que él llegaba. Bajo la...
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