El sombrero de tres picos: 13
XIII: Le dijo el grajo al cuervo 13 Pág. 13 de 36 El sombrero de tres picos none Hora y media después todos los ilustres compañeros de merienda estaban de vuelta en la ciudad. El señor Obispo y su familia habían llegado con bastante anticipación, gracias al coche, y hallábanse ya en palacio, donde los dejaremos rezando sus devociones. El insigne abogado (que era muy seco) y los dos canónigos (a cual más grueso y respetable) acompañaron al Corregidor hasta la puerta del Ayuntamiento (donde Su Señoría dijo tener que trabajar), y tomaron luego el camino de sus respectivas casas, guiándose por las estrellas como los navegantes, o sorteando a tientas las esquinas, como los ciegos; pues ya había cerrado la noche, aún no había salido la luna, y el alumbrado público (lo mismo que las demás luces de este siglo) todavía estaba allí en la mente divina. En cambio, no era raro ver discurrir por algunas calles tal o cual linterna o farolillo con que respetuoso...
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