El reo de muerte
El reo de muerte de José de Espronceda ¡Para hacer bien por el alma del que van a ajusticiar! I Reclinado sobre el suelo con lenta amarga agonía, pensando en el triste día que pronto amanecerá, en silencio gime el reo y el fatal momento espera en que el sol por vez postrera en su frente lucirá. Un altar y un crucifijo, y la enlutada capilla lánguida vela amarilla tiñe en su luz funeral, y junto al mísero reo, medio encubierto el semblante, se oye al fraile agonizante en son confuso rezar. El rostro levanta el triste y alza los ojos al cielo; tal vez eleva en su duelo la súplica de piedad: ¡Una lágrima! ¿es acaso de temor o de amargura? ¡Ay! a aumentar su tristura ¡Vino un recuerdo quizá! Es un joven y la vida llena de sueños de oro, pasó ya, cuando aún el lloro de la niñez no enjugó: El recuerdo es de la infancia, ¡Y su madre que le llora, para morir así ahora con tanto amor le crió! Y a par que sin esperanza ve ya...
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