El préstamo de la difunta: 2
El préstamo de la difunta de Vicente Blasco Ibáñez Capítulo II Lo conocía sin haber pasado nunca por él, como conocía todos los caminos y senderos de los Andes, donde hombres y cuadrúpedos son menos que hormigas, trepando lentamente por las arrugas y las aristas de unas montañas tan altas que impiden ver el cielo. Su padre se había dedicado al arrieraje, y todos sus antecesores vivieron del ejercicio de la misma profesión. Llevaban productos del país á los puertos del Pacífico, para traer en sus viajes de vuelta objetos de procedencia europea, pues Buenos Aires y los demás puertos argentinos están muy lejos. En su casa, Rosalindo sólo había oído hablar de peligrosos viajes á través de los Andes y de la altiplanicie desolada de Atacama. Después, en su adolescencia, fué de ayudante con algunos arrieros, cuidando las mulas en los malos pasos para que no se despeñasen. En estos viajes por las interminables soledades no temía á los hombres ni á las bestias....
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