El pasaporte amarillo: 04
Capítulo IV 04 Pág. 04 de 10 El pasaporte amarillo Joaquín Dicenta El jefe policíaco de la ciudad fué relevado y sustituído por Iván Petroviteh, hombre de cuarenta años, pequeño y huesudo. Tenía la mandíbula inferior prominente, carnosos los labios y apagado el mirar. A veces, sus ojos mates brillaban con fulgores de incendio. Si esto ocurría, notábanse en las manos de Iván crispaciones de garra. Venía precedido de una fama cruel. Se le calificaba, hasta por sus compañeros de profesión, de inabordable e impiadoso. De lo último había dado pruebas concluyentes en todos los sitios donde ejerció cargos oficiales. Respecto a lo primero, malas lenguas aseguraban que no era insensible a los fajos de billetes bancarios, y que lo era menos a los halagos y favores de cualquier buena moza. Dispuso el gobierno su traslado a la capital universitaria por andar revueltos los estudiantes y temerse que algunos, en connivencia con los revolucionarios, esparcidos...
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