El médico rural: 21
Capítulo X 21 Pág. 21 de 28 El médico rural- Segunda parte Felipe Trigo -Bueno, tú, tontito; y ahora, ¿qué?..., ¿lo crees? Por absurdo, por inverosímil que ello fuese, allí, en persona, Juan Alfonso estaba demostrándolo. Se le veía junto a la noria, apoyado en un astial y mirando hacia el chalet. Evelina, para convencerle, había hecho ir esta mañana al testarudo Esteban, que, siempre incrédulo, al oírselo afirmar, se sonreía. -Y vienes veinte veces, y lo mismo le verás, a esta hora en que yo cuido mi jardín. Debió de advertirla, de advertirle, de verle a él, de pronto, Juan Alfonso, porque disimuló volviéndose, y luego se ocultó. -¡El bestia! ¡El bruto!... ¿Qué se habrá creído? -burlóse la coqueta, radiante, sin embargo, de haber podido atestiguar su adoración. Perplejo Esteban, buscábale la explicación al ilógico suceso. Absurdo y todo, sabía que existe una lógica inflexible dentro de lo ilógico y dentro del absurdo. Creyó...
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