El conde de Montecristo: 5-03
El conde de MontecristoQuinta parte: La mano de DiosCapítulo 3
de Alejandro Dumas
Capítulo terceroEl viaje
El conde de Montecristo lanzó un grito de alegría al ver llegar juntos a los jóvenes.
-¡Ah!, ¡ah! -dijo-, muy bien, espero que todo ha podido al fin arreglarse.
-Sí -dijo Beauchamp-, noticias absurdas que han caído en descrédito por sí mismas, y que si se renovasen me tendrían hoy por su primer antagonista: así, pues, no hablemos más del asunto.
-Alberto os dirá el consejo que le había dado. Me encontráis, amigos, acabando de pasar la mañana peor de mi vida.
-¿Qué hacéis? -dijo Alberto-, me parece que arregláis vuestros papeles.
-Mis papeles, a Dios gracias, no; hay siempre en ellos un orden maravilloso, ya que jamás conservo ninguno; pero pongo en orden los del señor Cavalcanti.
-¿Del señor Cavalcanti? -preguntó Beauchamp.
-¡Oh, sí! ¿No sabéis que es un joven a quien el conde ha lanzado al gran mundo? -dijo Morcef.
-No, no -respondió...
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