El cisne de Vilamorta: 04
Capítulo III 04 Pág. 04 de 29 El cisne de Vilamorta Emilia Pardo Bazán En Vilamorta había un Casino, un Casino de verdad, chiquito, eso sí, y por añadidura destartalado, pero con su mesa de billar comprada de lance, y su mozo, un setentón que de año en año sacudía y vareaba la verde bayeta. Porque en el Casino de Vilamorta apenas solían juntarse a diario más que las ratas y las polillas, entretenidas en atarazar el maderamen. Los centros de reunión más frecuentados eran dos boticas, la de doña Eufrasia, situada en la plaza, y la de Agonde, en la mejor calle. Agachada en el ángulo tenebroso de un soportal, la botica de doña Eufrasia era lóbrega; la alumbraba a las horas de conciliábulo un quinqué de petróleo, con tufo, y hacían su mobiliario cuatro sillas mugrientas y un banco. Quien desde fuera mirase, vería dentro un negro grupo, capotes, balandranes, sombreros anchos, dos o tres tonsuras sacerdotales, que de lejos blanqueaban como chapas de...
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