Dos mujeres: 21
Capítulo XX 21 Pág. 21 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda Si el amor de la condesa era más vehemente cada día, también cada día era más infeliz. Aquella mujer que gozaba con avidez de la felicidad de un instante, aquella cuya filosofía consistía en la imprevisión y en la imprudencia, hallose de súbito asaltada por un nuevo género de tormento, y en los instantes más dulces que tenía junto a Carlos, el pensamiento de aquella dicha no podía ser duradera, exaltaba su pasión destrozando al mismo tiempo su alma. -¡No es libre! ¡Tiene una patria! ¡Una familia! ¡Una esposa! -decía Catalina a cada minuto del día-. Será forzoso que vuelva a ellas, ¡forzoso! Y yo... ¡Dios mío!, ¿qué haré cuando deje de verle? Y muchas veces tomaba la resolución de seguirle a Sevilla, de vivir en la ciudad que él viviese, de renunciar a todo por él. Pero en el propio instante acordábase que en aquella ciudad, extraña para ella, a que le seguiría...
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