Divertidas aventuras: 33
Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira Tercera parte - Capítulo II de Roberto Payró No sé si bien o mal inspirado, don Evaristo me convidó a comer antes de mi partida para Buenos Aires. La reunión, muy íntima -estábamos únicamente los tres-, fue, sin embargo, casi tan ceremoniosa como nuestros primeros encuentros con María en su casa. Sólo Blanco demostraba o afectaba buen humor, y me invitó a que le escribiera dándole noticia de mis primeros actos e impresiones, cosa que le prometí: -Y usted, María, ¿me escribirá? -le pregunté. -Yo no sé escribir, Mauricio, pero siempre acertaré a decirle si estamos buenos o no. Cualquier cosa que añadiera podría hacerlo enojar. Esta alusión al final de nuestra última entrevista me supo mal, pero sólo repliqué, tratando de ser afectuoso. -Aunque sea una línea suya, me hará muy feliz. Me permitirá esperar con calma que se cumpla el plazo. -¡Ah!... ¡Falta tanto aún!... Ya pensará en otra cosa... Ciego, no...
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