Claus el grande y Claus el chico: 3
none Pág. 3 de 7 Claus el grande y Claus el chico Hans Christian Andersen -¡Qué lástima! –repuso Claus el chico, viendo desde el pajar desaparecer la comida. -¿Hay alguien ahí arriba? –preguntó el campesino volviéndose y viendo a Claus el chico. -¿Por qué te acuestas ahí? Baja pronto y entra en la casa. -Claus el chico le contó cómo se había extraviado y le pidió hospitalidad por aquella noche. -Con mucho gusto, -respondió el campesino, -pero comamos primero un poco. -La mujer recibió a los dos amabilidad, preparó de nuevo la mesa y sirvió un gran plato de arroz. El campesino, que tenía hambre, comió con buen apetito: pero Claus el chico pensaba en el delicioso asado, en el pastel y en el pescado escondidos en el horno. -Había echado bajo la mesa el saco que contenía la piel de caballo, ya sabemos que para venderla en la ciudad se había puesto en camino. Como no le acababa de gustar el arroz, daba pisotones al saco e hizo rechinar la piel...
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