Capítulo I: Una calavera entre dos floreros
«Me está reservada la venganza, y Yo soy quien la ejerceré», dice el Sabor. (Epist. de Son Pablo a los Romanos.) Capítulo I: Una calavera entre dos floreros Veíase en la populosa ciudad de M*** una extraña anomalía que chocaba a todo forastero, pero que había llegado a ser para sus habitantes, por la costumbre que tenían de verla, cosa en que no paraban la atención. Consistía ésta en el mustio y extraño contraste que formaba en uno de los barrios más céntricos y de mejor vecindario de la ciudad, en una de las calles de más tránsito, en la que las casas competían en compostura y buen parecer, una casa cerrada, sucia, descuidada y sombría, cuyo aspecto hería la vista y afectaba el ánimo. Las dos casas que tocaban a sus costados estaban tan blancas como si fuesen de alabastro; sus rejas y balcones se habían pintado, forzando de esta suerte al grave hierro a vestirse de alegre verde de primavera, como las plantas que, colocadas en sus tiestos color de coral,...
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