Cañas y Barro: 59
none Pág. 59 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Tras esto volvía a su manía contra los demás habitantes del lago. Era verdad que al principio no existían otros pescadores en la Albufera que los que vivían a la sombra del campanario de Catarroja. En aquellos tiempos no se podía hacer vida cerca del mar. Los piratas berberiscos amanecían a lo mejor en la playa, arramblando con todo, y la gente honrada y trabajadora tenía que guarecerse en los pueblos para que no le adornasen el cuello con una cadena. Pero, poco a poco, en tiempos más seguros, los verdaderos pescadores, los puros, los que huían del trabajo de las tierras como de una abdicación deshonrosa, se habían trasladado al Palmar, evitándose así todos los días un viaje de dos horas antes de tender las redes. Amaban al lago y por eso, se quedaron en él. ¡Nada de escoberos! Los-del Palmar eran tan antiguos como los otros. A su abuelo le había oído muchas veces que la familia procedía de...
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