Aita Tettauen: 12
Aita Tettauen de Benito Pérez Galdós Segunda parte - Capítulo V Quedose meditabundo Santiuste, la barba en la palma de la mano, el mirar fijo en las rayas de la mesa. Alarcón, retirado el cabo de vela ya moribundo, erigió un cabo más grande, que casi era sargento, en la boca de la botella. Quitose luego el ros; se lió un largo pañuelo en la cabeza con muchas vueltas, quedando las orejas tapadas, y de un estuche que a prevención tenía, sacó papeles, tintero y pluma. «Ha sonado la hora -dijo a su amigo, poniéndole la mano en el hombro-; la hora del descanso para ti; para mí, del cumplimiento del deber». -¿No duermes tú, Pedro? -Échate en mi cama, Juan; arrópate bien y descansa, que buena falta te hace. La paz poética duerme, la poesía militar vela. Tengo que escribir esta noche mi carta de Un testigo... -Pondrás en endechas de prosa las carnicerías de ayer y hoy... Tú eres el único para esto, Perico. Verdad que encuentras el lenguaje muy acomodado a la...
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