A todo honor: 03
Capítulo III 03 Pág. 03 de 11 A todo honor Felipe Trigo El de las bellotas, pelaba esta noche las bellotas detrás del calvo jugador. Luis entró y se situó, de pie, detrás del joven señor que jugaba tantos miles de pesetas. Hubo un albur que el joven señor llenó de plata y de billetes; ganó, al caballo, y al volverse para aceptar en torno con un desdén amable el murmullo de tan general admiración, vio a Luis... y se quedó mirándole, tenaz y sonriente. Luis no supo qué pensar de esta sonrisa. La agradeció, no obstante, aun sin corresponder a ella. Significaba quizás la simpatía de un hombre fino, de un hombre culto, hacia el culto forastero. Este fornido señor, guapote, de cuarenta años, debía de ser algún hidalgo rico que se aburría entre las gentes de su pueblo natal, a temporadas. A pesar de su manifiesto desaliño, su ropa era de buen corte. Con la sonrisa, en comunicación espiritual, había querido expresarle: «¿Eh?... ¡ya me ves aquí,...
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